domingo, 17 de mayo de 2009

Descansa en Paz, Descansa, Mario Benedetti


La cuenta regresiva terminó, hace unas horas, el célebre escritor Uruguayo Mario Benedetti, abandonó al menos físicamente el mundo... En cualquier portal de internet, o periódicos del Lunes 18, acaso publicaciones semanales, mensuales que se en a respetar harán una mención, el periodismo en la nota no es cosa que me corresponda, que la prensa se encargue de los hechos, de las bibliografías, de los homenajes póstumos, ya que es tan solo a la pérdida personal, a cual puedo hablar sin caer en erratas, y que nadie más podría sentir.

da vergüenza mirar
los cuadros
los sillones
las alfombras
sacar una botella del refrigerador
teclear las tres letras mundiales de tu nombre
en la rígida máquina
que nunca
nuca estuvo
con la cinta tan pálida

vergüenza tener frío
y arrimarse a la estufa como siempre
tener hambre y comer
esa cosa tan simple
abrir el tocadiscos y escuchar en silencio
sobre todo si es un cuarteto de Mozart




Uso las palabras que le dirigiste al Che en su caida Mario, da vergüenza tener los dedos vivos y que no salgan las palabras propias cuando los sentimientos son los precisos, me he tomado muchas libertades con tus letras y te consta, cuantas noches no hice uso y abuso de ellas para expresar lo que mis dedos/labios no atinaban a expresar?; cuantos días no lograste reflexiones, emociones contenidas, expresadas que me alejaron de los insoportables libros de redes y hicieron "divagar" sobre cosas tan triviales como mi existencia propia?

Se nos acaban los heroes, pero te unes a las leyendas, de las cuales eras parte en vida y este deceso acaso sea la ceremonia oficial.

donde estés
si es que estás
si estás llegando
será una pena que no exista Dios

pero habrá otros
claro que habrá otros
dignos de recibirte


No vale la pena esta noche hacer la enumeración de tus poemas, tus libros, los que poseo, los que tendré que comprar ahora póstumos y en los cuales será tan sencillo encontrarte como lo fué hasta este Domingo, 18 de Mayo, perteneciente a esta Primavera con una esquina rota, con la que, carajo, no podía ser otra estación la que te despidiera mejor, seguro lo sabes y sonries con la ironía, es curioso, he tenido otros descesos más "cercanos" y no han afectado tanto como el tuyo, un porcentaje del mundo coincidirá en esto conmigo... aunque por hoy no importa, tu descansa en Paz y déjanos los homenajes, las tristezas, las letras y las "tactique" a los vivos, tendrás mejores cosas de que ocuparte ahora...

Quiero cerrar esto, robándole letras ahora a ese Peruano que supo transcribir este sentimiento de pérdida como pocos, o muy pocos, que César Vallejo haga los honores, yo tan solo encendere un cigarro y releere un rato unas cuantas cosas, que en efecto, seguiré leyendo y releyendo mañana, y pasado...

La Violencia de las Horas

Todos han muerto.
Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.
Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: "Buenos días, José! Buenos días, María!"
Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.
Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.
Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.
Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.
Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.
Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.
Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.
Murió mi eternidad y estoy velándola.

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