Redescubriendo al falso farsante
Recuerdas esa sensación cuando ibas en la secundaria, en la cual ibas
caminando al lado de alguien teniendo mil cosas por decir que terminaban
acumuladas en el regaño del recuerdo? Esa incomodidad de tener claro durante un
día, una noche, las palabras adecuadas, gestos y ademanes para expresar lo que
vienes pensando y en el último minuto suenan tontas, vulgares y sin fundamento?
Creí haber navegado
durante mi existencia dejando atrás ese sentimiento, siendo un hombre y apoyándome
en las mil y una caras que no sólo facilitarán el trámite, sino que podrían
acabar siendo dignas del aplauso, las fanfarrias. Y tú me has demostrado en un
par de días que eso va más allá de los años y la experiencia.
Quizás, sólo quizás, ha
pasado largo tiempo desde que tengo algo verdaderamente importante que decir,
quizás el tiempo juzga inoportuno e inclemente, necesario el imponer
regresiones a quien "realmente" hemos sido, o quizás a pesar de los
esfuerzos de la desgana y la desidia, sigo siendo parte de ese disfuncional
grupo de personas con incapacidad para expresarse verbalmente como alguien de
su edad y deben esconderse detrás de letras, puntos y comas.
No sé, quizás con todo
esto quiero decir que al conocerme ahora no pretendo que sepas quien he venido
siendo estos últimos años, sino que redescubro mi vocación de falso farsante,
porque requiero elevar mis palabras y alegorías para montar un teatro alrededor
de mi verdad sin proezas, o quizás, solo quizás, para sembrar la semilla que un
día, de la nada, simplemente logre, que llegues a necesitarme.
W. V.
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