lunes, 10 de junio de 2013

Redescubriendo al falso farsante


Recuerdas esa sensación cuando ibas en la secundaria, en la cual ibas caminando al lado de alguien teniendo mil cosas por decir que terminaban acumuladas en el regaño del recuerdo? Esa incomodidad de tener claro durante un día, una noche, las palabras adecuadas, gestos y ademanes para expresar lo que vienes pensando y en el último minuto suenan tontas, vulgares y sin fundamento?

            Creí haber navegado durante mi existencia dejando atrás ese sentimiento, siendo un hombre y apoyándome en las mil y una caras que no sólo facilitarán el trámite, sino que podrían acabar siendo dignas del aplauso, las fanfarrias. Y tú me has demostrado en un par de días que eso va más allá de los años y la experiencia.

            Quizás, sólo quizás, ha pasado largo tiempo desde que tengo algo verdaderamente importante que decir, quizás el tiempo juzga inoportuno e inclemente, necesario el imponer regresiones a quien "realmente" hemos sido, o quizás a pesar de los esfuerzos de la desgana y la desidia, sigo siendo parte de ese disfuncional grupo de personas con incapacidad para expresarse verbalmente como alguien de su edad y deben esconderse detrás de letras, puntos y comas.

            No sé, quizás con todo esto quiero decir que al conocerme ahora no pretendo que sepas quien he venido siendo estos últimos años, sino que redescubro mi vocación de falso farsante, porque requiero elevar mis palabras y alegorías para montar un teatro alrededor de mi verdad sin proezas, o quizás, solo quizás, para sembrar la semilla que un día, de la nada, simplemente logre, que llegues a necesitarme.

W. V.

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