Patético, no lo crees?
Recapacitando
en el regreso a casa, me quedo pensando en mis palabras en días recientes
cuando te compartía el hecho de sentir un rechazo total a brindar explicaciones
no solicitadas sobre mi vida personal. Particularizando cuando este tema se
presenta con mi familia, como es que pueden entusiasmarse muy rápido (por lo
general más que yo mismo) sobre alguna situación. El problema no viene con la
narración de lo reciente sino con la espera de una secuela inmediata, muchas
veces ocurre que nada ocurre, y viene esa sensación de patetismo antes la
carencia de la misma.
Patético,
creo que esa palabra es la clave del tema que me viene dando vueltas a la
cabeza y me hace volver a escribir para compartirte.
Uno de
los libros que mejor han reflejado mi percepción personal de lo que implica
enamorarse, sentir y vivir por un sentimiento, aspirar un anhelo como forma de
vida es El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez (Gabo para
los amigos).
En esta
delicia literaria, se narra la historia de Florentino Ariza, un joven con poca
o ninguna gracia visible que se enamora en su adolescencia de la joven Fermina
Daza, al principio todo es gozo, sueño, delirio, pocos pasajes me han deleitado
tanto en mi vida como esos momentos en que Florentino bebía perfume y comía
pétalos de rosa para adivinar cual era el sabor y el aroma de Fermina. Como
toda historia que amenace con acercarse a la realidad, la relación no consigue
concretarse. Ella conoce al prototipo del tipo perfecto, se casa con el
mientras Florentino vive su vida adulta pensándola, deseándola, esperándola
hasta que llegue el momento en que pueda volver a luchar por ella.
Como te
platico, no podía deje de admirar a Florentino, me fue simplemente no compadecer
a su madre Tránsito al saber que su hijo no podría ni querría ser feliz.
Preocupada y deseando algo para su hijo, al tiempo que este no sentía el mínimo
deseo de verdaderamente buscar, mmmm, soy el único que nota un patrón aquí?
Un día de
tantos, luego de recomendar dicha obra a todo aquel ser pensante que de me
pusiera enfrente, mi señor progenitor tuvo a bien leerlo. Al terminarlo,
ansioso le preguntaba que le había parecido el libro y el personaje que tanto
me habían conmovido, que tanto reflejaban orgullosamente mi identidad amorosa,
su respuesta fue: Patético, me pareció patético.
Me sentí
furioso, indignado, si uno más uno eran dos, y uno más son tres, el mismo
diagnóstico me correspondía, era patético ante los ojos de una de las personas
que más respetó en el mundo. Al increparlo, paciente pero sin intención se
suavizar me dijo, el amor nos vuelve patéticos a todos.
Años
después de esto, no puedo dejar de estar de acuerdo con el, de que otra forma
puede uno dejar de aspirar al bien personal como prioridad, para subordinarlo
al de alguien más, no sólo la pareja, lo mismo pasa con los hijos y muy pocos
casos más.
Esto nos
lleva a eso que iniciaba esta conversación, es difícil aceptar sentirse
patético, débil, expuesto y hasta tonto, mucho más aún el admitirlo ante
alguien más, sin embargo esa sensación incomoda es el precio a pagar cuando
ante ti se presenta la posibilidad de que por alguien, nada más importe.
Como te
explico que me he empezado a sentir patético al sentir que debo decidir si buscarte
o no hoy, a riesgo de creer que puedo fastidiarte? Simplemente patético, no lo
crees?
1 comentario:
Escribe mas seguido chingao. LeDover
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